¿Eres chacal o jirafa?
¿Eres chacal o jirafa? “No hagas a tu prójimo lo que no quieres que te hagan a ti” es la frase con la que Eliezer Yariv, nuestro experto de Israel, resume lo que es la educación emocional y social.
CASO PRÁCTICO: El lenguaje de la jirafa
El lenguaje que utilizamos implica mucho más que significantes y significados. Las palabras que usamos moldean nuestras relaciones y conexiones sociales. La Comunicación No Violenta (CNV) es un modelo educativo desarrollado por Marshall Rosenberg que ayuda a conectar a las personas y permite que se valoren por igual las necesidades de todos. El proceso de comunicación no violenta ayuda a conectarnos con lo que está vivo dentro de nosotros e intensifica nuestra conciencia acerca de lo que implica el dar y el recibir de manera natural. Tiene por objeto reforzar la habilidad para despertar empatía en los demás y responder con empatía hacia ellos y hacia nosotros mismos. Nos permite replantearnos nuestro modo de expresarnos, de escuchar a los demás y de resolver conflictos (The Center for NVC, 2012). Las premisas del programa se recogen en una carta que una escuela infantil israelí envió a los padres de sus alumnos:
En nuestra escuela infantil enseñamos y aprendemos un nuevo lenguaje: “Las llaves mágicas que abren una buena comunicación”. Este programa fue desarrollado por el Dr. Marshal Rosenberg, psicólogo clínico estadounidense, y está concebido con el fin de enseñar tanto a niños como a adultos el modo de relacionarse con los demás de manera no violenta. Para describir el antiguo y el nuevo lenguaje, el Dr. Rosenberg, que inculca estos principios en muchos países, utiliza como metáforas a dos animales: la jirafa y el chacal. Explica que el lenguaje cotidiano incluye muchas expresiones que encierran juicios, generalizaciones y acusaciones (el idioma del chacal). Dicho tipo de comunicación establece barreras entre las personas y crea un clima de alienación y desconfianza. El lenguaje de la jirafa lleva inherente la compasión, pues se habla desde el corazón y dado que es el animal con el corazón más grande, puede retener en él muchos sentimientos, tanto positivos como negativos. En nuestra escuela infantil utilizamos el libro titulado Didi”s Magic Keys, escrito por Lior Idan Aburman (1999), que nos cuenta que el gran corazón de la jirafa tiene cuatro “llaves mágicas”: la “llave de la boca”, que nos permite abrir nuestros corazones y expresarnos; la “llave de las orejas”, que nos ayuda a escuchar abiertamente, sin juicios ni prisa por responder y la “llave de los ojos”, que nos permite observar, aprender y llegar a conocer a aquellos con quienes nos comunicamos. Estas tres llaves dan paso al lugar en el que se encuentra la cuarta llave: la “llave del corazón”. La jirafa come hojas (no es un depredador) y su largo cuello le permite asomarse, contemplar una imagen equilibrada desde arriba, lo que la convierte en la mascota perfecta para la comunicación empática. Cuando conocemos a alguien y conectamos con su luz interna, permitimos la comunicación más maravillosa, ya sea a través de palabras, gestos, una sonrisa o incluso el silencio.
La carta también pone de relieve que el programa enseña a los niños a desarrollar su inteligencia emocional, aumentar sus habilidades sociales, ampliar su competencia lingüística y aprender a resolver problemas. Asimismo, les ayuda a ampliar su vocabulario emocional, su expresión emocional, y comprender los nombres de los diferentes sentimientos cotidianos. Los niños aprenden gradualmente a expresar sus sentimientos, decir si están tristes o contentos, o gritar y patalear cuando están enfadados. El ser conscientes de sus propios sentimientos, nombrarlos y expresarlos, constituye el primer paso para aprender el lenguaje de la jirafa. A continuación, el profesor marca un lugar en el aula denominado “hablemos el idioma de la jirafa” y en él se anima al alumnado a compartir sus sentimientos y resolver controversias. Al final de la jornada se les anima a compartir con sus amigos cómo se han sentido durante el día.
El programa
El lenguaje de la jirafa es un programa muy utilizado (aunque no obligatorio) en las aulas de preescolar de Israel. Fue Lior Idan Aburman (1999) quien plasmó el programa por escrito, traduciendo las ideas de Marshall Rosenberg al contexto israelí. La autora escribió el libro titulado Didi”s Magic Keys tras asistir a un simposio en Jerusalén dirigido por el Dr. Marshall Rosenberg hace 15 años. Lior, que sufrió maltrato infantil, juró que sus hijos crecerían en un ambiente diferente. “No hay niños violentos —explica—, sino niños a los que se ha hecho emocionalmente insensibles, niños que llevan su dolor en silencio, pero a quienes nadie oye ni se preocupa de ellos.”
Didi”s Magic Keys (Idan Aburman, 1999) es la historia de un niño que reclama la atención de su madre y se enfada mucho cuando está demasiado ocupada para jugar con él. El impaciente Didi se embarca en un emocionante viaje a Magic Land con sus amigos, Jirafa y Chacal donde se encuentra con muchos personajes pintorescos que le van poniendo obstáculos en el camino. Con la ayuda de sus amigos, aprende el lenguaje del corazón. En la actualidad, el uso de estos libros y canciones está muy extendido en las escuelas infantiles y centros de educación especial israelíes. Los principios que propugnan son apropiados para todas las edades e instituciones docentes. Aunque el programa no forma parte del plan de estudios en materia de EES, el Ministerio de Educación facilita formación parcial al respecto y unas pautas para aplicarlo, siendo mucho el profesorado que utiliza sus postulados en las clases.
El programa se practica tanto de manera estructurada como informalmente durante la jornada escolar y tanto en actividades programadas, como a modo de herramienta para resolver conflictos imprevistos (Mamelia, 2004). Al observar una sesión matinal en una escuela infantil municipal, pude adquirir una noción general sobre cómo funcionaba el programa. Se dedican unos 30 minutos a cada sesión, que comienza con diversas actividades rutinarias: pasar lista a los alumnos esa mañana; decir qué día es; izar la bandera nacional y cantar el himno, etc. y el profesor designa al niño encargado de dirigir cada tarea. Esa mañana, la profesora encargó deliberadamente a la misma niña diferentes tareas y los niños que se percataron de esta discriminación, empezaron a quejarse enérgicamente.
– Maestra: Sí, tenéis razón. Me he equivocado al encargarle a ella varias cosas. Pero os voy a pedir que os identifiquéis: ¿sois chacal o jirafa? ¿Envidiáis a los niños que reciben más cosas que vosotros?
Algunos admitieron ser egoístas y otros expresaron tener sentimientos de “jirafa”. Mientras reflexionaban sobre sus propios sentimientos, la profesora animó a la niña a continuar con su cometido. El hecho de que el docente admitiera haber cometido un error y explicara sus observaciones atenuó las críticas, al tiempo que la reflexión les ayudó a ser conscientes de sus motivaciones internas.
Antes de que terminara la sesión, la maestra pidió a los niños que se sentaran por parejas uno frente a otro y comentaran cómo se habían sentido aquella mañana. Les recordó que se miraran a los ojos y escucharan atentamente mientras el otro hablaba. En la primera ronda, los niños siguieron sus instrucciones pero cuando la maestra tocó la campana para indicar que debían cambiar los papeles, la intensidad de la escucha disminuyó. Algunos se volvían y hablaban con otros niños. Se suponía que la siguiente actividad ponía fin a la sesión matinal. La maestra les pidió que se pusieran por parejas y que uno hiciera de carretilla andando con las manos mientras el otro lo agarraba por las piernas. Les recordó que la elección de los papeles (quién andaba y quién agarraba al otro) debía hacerse a través de diálogo y no mediante coacción. Al ver que un niño olvidaba las normas y ordenaba a su compañera: “¡Tú andas con las manos!”, el docente interrumpió la actividad y le dijo en alto: “Así estás hablando el lenguaje del chacal. [Se giró al grupo]. ¿Podríais decirme qué diría en lenguaje de la jirafa?” Varios niños sugirieron que podía preguntarle si estaría de acuerdo en que él la “llevara”. El niño se volvió hacia su compañera y le preguntó qué papel quería hacer.
Transcurridos unos minutos, mientras los niños jugaban libremente, la maestra oyó un grito procedente de una sala cercana. Corrió hacia allí y encontró a David y Saúl peleándose por un muñeco de Superman. David, un niño tímido, se había puesto a jugar con el muñeco y Saúl le persiguió e intentó quitarselo de las manos. La maestra pidió a los niños que le acompañaran al “lugar de hacer las paces”, en cuyo centro colocó dos sillas: una para el “hablante” y otra para el “oyente”. Una vez sentados frente a frente, se les recordó las normas de la conversación: el “oyente” debe permanecer en silencio, calmarse y escuchar atentamente al otro (una exigencia dificil para un niño de 5 años que acaba de protagonizar una intensa pelea).
-Maestra: Entiendo que David ha estado jugando con el muñeco durante mucho tiempo (Saúl, que no puede vencer su nerviosismo, llora y rompe a dar explicaciones, pero la maestra le indica que no le interrumpa). ¿David, qué opinas? ¿Cómo te sientes?
-David: Saúl podía haber cogido otro muñeco para jugar (Cuando la maestra comprueba que David no tiene más que añadir, les pide que cambien de asiento y deja hablar a Saúl).
-Saúl: Yo ya había estado jugando con ese Superman.
La maestra, que se había mantenido bastante al margen mientras dirigía la conversación, dejó que ambos expresaran lo que pensaban y sentían. Cuando pareció que habían terminado, sugirió que cambiaran los roles y los asientos, y tras varios turnos pidió a los niños que llegaran a un acuerdo. La controversia se resolvió en unos minutos y los niños pactaron que David siguiera jugando con el muñeco de Superman durante unos minutos y después se lo pasara a Saúl. Al final, el docente les recordó que tenían que hacer el “gesto de la paz”: inclinar los pulgares.
Los principios del lenguaje de la jirafa son bastante sencillos de aprender y utilizar. Se pueden incluir en multitud de actividades cotidianas planificadas, así como en situaciones imprevistas, pero si uno quiere integrar el lenguaje en la rutina diaria, debe implantar dichos principios de manera consistente. La maestra a quien visité esa mañana me confesó que al principio había tenido dificultades para aplicar las estrictas normas de comunicación y conseguir que los niños imitaran lo que ella hacía. A pesar de los mensajes desalentadores de sus compañeros, continuó dedicando tiempo y esfuerzos a dirigir con tesón a sus alumnos en la adopción del lenguaje de la jirafa. Algunos de ellos incluso llevaron el lenguaje a casa. Una niña, por ejemplo, “enseñó” a sus padres a utilizar el procedimiento del “lugar de hacer las paces” para resolver sus controversias. La maestra también comentó que para que la implantación del lenguaje de la jirafa tenga éxito, hay que seguir las siguientes pautas: en primer lugar, es esencial tener una buena colaboración por parte de la familia. Por ejemplo, a la entrada del aula colgó una caja con la inscripción Las cartas de la jirafa en la que se depositarían cartas donde se describiera aquellas buenas conductas que tuvieran los niños en casa. Se invitaba a los padres a que depositaran las cartas en la caja una vez por semana. Después, se leían y se daba a los niños el certificado de la jirafa. Uno de los objetivos de esta actividad es animar a los niños a portarse bien en casa y por otro lado tratar de ayudar a los padres a aprender el lenguaje de la jirafa al hablar de la conducta del niño, describir sus sentimientos y explicar en qué medida ha contribuido el comportamiento del niño en el bienestar familiar. Cuanto más se familiaricen los padres con el lenguaje, que consta de cuatro fases, mayor es la coherencia que obtienen al redactar las cartas y conversar con sus hijos. También apunta que sería recomendable que el personal docente recibiera una formación adecuada en lo que respecta a las bases, la planificación, el lenguaje y las actividades del programa. La implementación de este lenguaje debería guardar coherencia con las fases y principios básicos del programa. En segundo lugar, los equipos de las escuelas infantiles deben ayudar a los niños a expresar sus problemas cotidianos en el lenguaje adecuado. Dado que los niños observan lo que hacen sus educadores, el discurso y las relaciones entre niños y adultos deberían desarrollarse con un lenguaje apropiado (por ejemplo utilizar un tono de voz suave, interesarse por las necesidades del otro, etc.).
Resultados
No hay duda de que este programa enseña y anima a los niños a utilizar una comunicación no violenta, pero hasta la fecha sólo se ha llevado a cabo una evaluación de sus resultados en Israel. A lo largo de un año, Ezer (2011) observó cómo se implementaba el programa en una escuela infantil de Tel Aviv. Realizó encuestas a 28 familias, y a 83 docentes de educación preescolar sobre la eficacia del programa. Comprobó que el lenguaje de la jirafa aumentaba la cooperación y la escucha mutua y reducía el nivel de violencia entre los niños. La cooperación familiar reforzaba el uso de los principios del programa, tanto en el aula como en casa. También observó que las niñas resolvían mejor los conflictos que los niños, necesitando para ello menos ayuda de los docentes y halló una correlación positiva entre el uso de la inteligencia emocional y el del lenguaje de la jirafa. Al final del informe, se hace referencia a la conexión entre la vivencia de los niños y el contexto nacional:
-El Gobierno israelí inicia su adoctrinamiento militar en edad preescolar, con mensajes que apoyan el uso del poder militar como línea de acción legítima y razonable. El régimen glorifica la mentalidad del estado judío, menosprecia el derecho a existir de los pueblos árabes, refuerza la admiración por la fortaleza de la nación, e intensifica los temores hacia un segundo holocausto. En calidad de orientadora, considero que esta tesis sobre la comunicación no violenta constituye el primer paso hacia la introducción de un cambio en el ámbito educativo. Los orientadores deben ser conscientes de las realidades existentes en la sociedad israelí y adaptar los programas de EES a su contexto y necesidades.
Por Eliezer Yariv.